El mito del sexo débil/ sexo fuerte.
- marianplacencia
- 17 jun 2019
- 2 Min. de lectura
Los significados se originan en un espacio social e influyen en la construcción de la realidad en la que nos ubicamos y nos relacionamos con otros; se inscriben en nuestros deseos, en aquello que valoramos y nos atrevemos a soñar, en nuestras acciones...
La existencia en un espacio social nos moldea con sus verdades, porque respiramos en él, nos movemos en él y nos relacionamos con otros en él. Así, el discurso vigente que cohesiona el orden social es interiorizado por los individuos de manera apenas perceptible y hace nacer expectativas, actitudes, convicciones, cometidos, papeles, posibilidades reales de proyectos de vida... Las personas, al habituarse a un determinado estar en ese orden social, se convierten en vivos recordatorios de las verdades interiorizadas, que se viven como propias y se confirman en sus acciones. Las verdades interiorizadas influyen en la creación de nosotros mismos, porque lo que hacemos y creamos, a su vez, nos hace y nos crea. Poco a poco, lo social y lo cultural se muta en carnal.
En el orden patriarcal, la mujer es definida desde y por el varón; todavía hoy el hombre sigue siendo el criterio a partir del cual se mide a la mujer, que se torna del otro sexo extraño, del otro que no es. ¿Cómo se puede vivir con dignidad humana en un mundo que reduce un sexo para que el otro se valore como Uno? La diferencia sexual produce muchas otras diferencias. De ese modo, los estereotipos de ambos sexos no solo reflejan lo que son, sino que se convierten en un instrumento para perpetuar un orden dado de cosas, que podría ser otro, pues una vez interiorizadas esas imágenes ideales, harán que los mismos individuos repriman las cualidades y las capacidades que no encajen en ellas y lo harán sin ser conscientes de lo que hacen.
Puede parecer natural que el fuerte domine y proteja al débil, pero la fuerza no solo se basa en el poder del músculo. Cabría hablar de otros aspectos de la fortaleza humana, como la inteligencia, incluyendo la emocional y la social, como la resistencia ante las enfermedades y adversidades existenciales, aspectos en que el sexo femenino se destaca por su gran capacidad. Así, la tasa de suicidios en cualquier franja de edad es mayor en el sexo masculino y, por lo general, los hombres son peores enfermos que las mujeres y toleran peor la frustración. Por otra parte, ambos sexos son frágiles y vulnerables en su interrelación, porque se necesitan y dependen uno del otro en su existencia.

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